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México Magnífico

 

 

A mis nobles amigos los bodisatvas de la tierra de Veracruz

Poema dedicado a todos los miembros de México en su visita a Veracruz el 29 de junio de1996

 

Aeropuerto de Veracruz, enclavado en la verde y vasta pradera.

 

Nada había que no fuera diáfano y claro:

el firmamento y el suelo,

y el corazón de mis amigos de Veracruz.

 

Centenares de Bodisatvas de la Tierra

agitaban banderines jubilosos,

para subrayar el entusiasmo de su espera.

 

¡Muchas gracias!, ¡muchísimas gracias!,

decíamos unos y otros.

Era la perfecta sintonía

de nuestros corazones,

que al mismo tiempo vibraban conmovidos.

 

Mis ojos veían bebés, niños y niñas,

muchachos y jovencitas,

damas y caballeros,

y madres, madres luminosas,

rebosantes de vida,

como el mismísimo Astro Rey.

 

¡Qué miradas brillantes, sí!

Pero lo que más bellamente lucía

era la pureza impecable de cada corazón.

 


 

Hoy encontré en este suelo,

una vez más,

a los amigos entrañables de la Soka,

a los espléndidos Bodisatvas de la Tierra,

ardientes en su deseo

de cumplir la más noble misión.

 

¡Ah, adorados amigos de Veracruz,

amigos que tanto quiero y estimo...!

¿Qué honda promesa es la que nos une

compartiendo juramentos desde el pasado distante?

 

Montado sobre las alas de una fuerza invisible,

la fuerza que fluye entre ustedes y yo,

mi corazón se remonta hasta las alturas

y captura un recuerdo indeleble,

como la escena de una obra magistral,

en esta ciudad hecha de belleza y de historia.

 

¡Ah, México magnífico!

¡Eres la tierra que mi maestro amó y soñó visitar!

"Estaban esperando... Todos nos esperaban", decía.

Y eran ustedes los rostros que él veía,

camaradas del corazón, unidos por lazos insondables...

 

Los prodigiosos amigos de Veracruz

atesoran la Ley Mística,

cultivan la filosofía sin límites, sinónimo de felicidad, plenitud y alegría,

y construyen con valentía

un noble humanismo, de solidaridad sin par.

 

Anuncia el canon sagrado:

"Luego siguieron dos, tres y un centenar,

que invocaron y enseñaron a otros.

Así, de este mismo modo,

en el futuro avanzará la propagación.

¿No es esto, acaso, 'irrumpir de la Tierra'?".

Yo digo que la buena fortuna de ustedes

no tiene medida, no tiene fronteras.

Yo digo que su gloria será eterna e indestructible,

y que todos los budas y deidades celestiales

no harán más que admirarlos

y elogiarlos en sones de alabanza.

 

 

Esta tierra donde antaño floreció

la cultura de los olmecas

rezuma fragancias de osada aventura:

éste es el centro de una civilización

que late con fuerza creadora

más allá del paso de los tiempos;

de la boca de esta vertiente

ha surgido la prosperidad centroamericana,

que, en siglos pasados,

le arrebató un triunfo ejemplar

a la adversidad de la naturaleza inhóspita.

 

La verdadera religión

es el manantial del que fluye la vida;

es el suelo fértil del que nace la cultura

y es la luz poderosa que alumbra la civilización.

 

En un mundo de agonía y de penumbra,

donde la filosofía no es más que una ausencia,

nosotros somos los que avanzamos

con el brillo restallante de los principios:

eternidad, felicidad, verdadera identidad y pureza.

En esta persona, y también en aquella,

abrimos ampliamente las puertas de la vida,

palacio supremo,

y con coraje que no se amedrenta

construimos la civilización más humana que pueda haber,

la más magnífica,

en bien del siglo venidero.

 

¡Valerosos hijos del Buda en Veracruz!

¡Como un tesoro, cuiden la familia!

¡Más que nada, valoren la amistad!

¡Nutran de valores la sociedad

y todos, sin que falte uno solo,

sean especialistas en salud,

archimillonarios en felicidad,

y triunfadores en la vida!

 

¡Ah, este encuentro, aunque fugaz,

abarca la eternidad infinita,

desde el confín del pasado hasta hoy,

desde hoy hasta el futuro más inmenso!

 

Pero, a lo largo de todos los tiempos,

jamás podrá ocurrir que el noble rostro,

que los límpidos ojos

de mis queridos amigos de Veracruz

alguna vez se alejen de mi alma!

 

Ustedes y yo estamos unidos

por los místicos hilos invisibles

del corazón.

 

¡Juntos, abramos las alas y surquemos

el infinito cielo azul de la esperanza!

¡Juntos, remontémonos, más allá de las alturas,

hacia este nuevo siglo del triunfo eterno!

 

Daisaku Ikeda

Poeta Laureado

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